Tío Vania
Escenas de la vida en el campo, en Cuatro Actos.
“Voinitzkii – ¡Es extraño!... He intentado un homicidio y no se me detiene ni se me entrega a la justicia... Ello quiere decir que me consideran. (con risa sarcástica) ¡Yo estoy loco, si...; pero no lo están, en cambio, los que, bajo la careta de profesor, de mago de la ciencia, ocultan su falta de talento, su necedad y su enorme sequedad de corazón!... ¡No están locos los que se casan con viejos para engañarles después a la vista de todo el mundo!...”
(Chejov, p. 62)
Chejov crea sus personajes como lo haría un artista dibujando un modelo. Son así, que esas lineas y sombras nos dan la sensación de que, claramente, el dibujo final fue sacado de un modelo real, vivo. De esta misma forma pienso que Chejov crea sus personajes. Al ir leyendo, los personajes y sus intervenciones, son mas reales y convincentes de lo que uno podría creer. Es como si los personajes existieran en algún mundo paralelo.
En Tío Vania, podemos sentirnos inmersos en este ambiente de desapego, una especie de alienación propia de los personajes, que hace que floten a la deriva, aceptando de cierta forma su derrota, con una resignación que no da espacio siquiera a ver algún tipo de luz al fondo del tunel.
La pasividad de los personajes refleja una especie de desesperanza aprendida. Es como si se sintieran ligados a la infelicidad como tónica irrenunciable. Escenas de la vida en el campo...
Como lo mencionaba anteriormente, Chejov construye personajes con vida propia, personajes que nos dan la sensacion de estar viviendo realmente, en algún lado. En el caso de Vania –Voinitzkii– nos encontramos frente a su descubrimiento: que su vida ha perdido sentido, que el profesor para el que ha trabajado y ayudado toda su vida (como el resto) no es mas que un fraude, y que ya no queda más nada por lo que vivir. Ya ha perdido toda su vida. Vemos, tanto en Vania, como otros personajes, esa melancolía por aquel tiempo en que nadie sabía nada, el tiempo en que ignoraban la realidad, pero que eran más felices. El personaje de Vania ya está resignado, pero su pasividad es la única que explota en la trama. Cuando el profesor –Serebriakov– plantea la idea de vender la hacienda, Vania ve despreciado todo su trabajo, todo el tiempo invertido, y se ve despreciado a si mismo. Es como si lo negaran completamente; como si le dijeran, en su cara, que su existencia no ha servido, ni ha sido valorada, en ningún aspecto. Su reacción es totalmente entendible y esperada. Como mencione, los personajes de Chejov suelen tener ese sabor a real. Luego, cuando viene con una pistola, a intentar dispararle, puede que nos impacte en un principio, pero esto, unido a que ningún disparo haya dado con la muerte del profesor, tiene mas sentido del que podría pensarse. De cierta forma, tanto la reacción como el resultado van con la linea de Vania. Simplemente no podría haber matado a Serebriakov, no va con su personalidad, aun en ese estado de alteración. Vania no puede escapar de su propia enajenación, la misma que ha ido gestando por años. Vania no tiene la fuerza, aunque quisiera, de poder matarlo. A mi parecer, el único muerto, luego de aquellos disparos, es el propio Vania. Condenado a la ironía. Condenado a la muerte en vida.
Al final, y a palabras de Eric Bentley, “Aquí Chejov esta evitando nuevamente lo negro y lo blanco, lo trágico y lo cómico, e intenta el mediotono, lo tragicómico” (Bloom, p. 29)
Chejov, incluso planteando estas escenas de la vida en el campo, se aleja de la misantropía propia de los intelectuales de la época. Podría elegir reírse de lo humano, reírse de lo básico y de lo simple. Pero Chejov plantea lo simple, busca lo simple. Plantea lo común desde lo común, lo humano desde lo humano. Quiere a sus personajes... Siempre habrá un descanso...
“Sonia – ¡Que se le va a hacer!... ¡Hay que vivir! (pausa) ¡Viviremos, tío Vania!... ¡Pasaremos por una hilera de largos, largos días..., de largos anocheceres..., soportando pacientemente las pruebas que el destino nos envíe!... ¡Trabajaremos para los demás –lo mismo ahora que en la vejez– sin saber de descanso!... ¡Cuando llegue nuestra hora, moriremos sumisos y allí, al otro lado de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos padecido amargura!... ¡Dios se apiadara de nosotros y entonces, tío..., querido tío..., conoceremos una vida maravillosa..., clara..., fina!... ¡La alegría vendrá a nosotros y, con una sonrisa, volviendo con emoción la vista a nuestras desdichas presentes... descansaremos!... ¡Tengo fe, tío!... ¡Creo apasionadamente! ¡Ardientemente!... (con voz cansada, arrodillándose ante él y apoyando la cabeza en sus manos) ¡Descansaremos!... ¡Oiremos a los ángeles, contemplaremos un cielo cuajado de diamantes y veremos cómo, bajo él, toda la maldad terrestre, todos nuestros sufrimientos, se ahogan en una misericordia que llenará el universo!... ¡Y nuestra vida será quieta, tierna, dulce como una caricia!... ¡Tengo fe!... ¡Tengo fe!... (Secándole las lagrimas) ¡Pobre!... ¡Pobre tío Vania!... ¡Estas llorando! (Entre lagrimas) ¡Tu vida no conoció alegría..., pero espera, tío Vania, espera!... ¡Descansaremos! [...] ¡Descansaremos! (El telón desciende lentamente)”
(Chejov, p. 67)
Aunque el único descanso será la muerte...
Referencias.
- Chejov, Anton. Teatro. Mexico: Editorial Porrúa, 2007.
- Bloom, Harold. Modern Critical Views. Anton Chekhov. Philadelphia: Chelsea House Publishers, 1999.
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