Las tres hermanas


Drama en cuatro actos.
“Andrei – No hay que casarse, no. Es aburrido
Chebutikin – Sí, así es, pero la soledad... Puedes filosofar lo que quieras, 
pero la soledad es una cosa terrible, amigo mío... Aunque en el fondo... desde luego; 
¡da absolutamente lo mismo!” (Chejov, p. 90)
     La vida en sociedad, y, específicamente, en ciudad, trae consigo ciertas normas y cánones que hacen de estos, una característica de la vida urbana. Cosas como el “deber ser” en vez del “querer ser”, marcan una idea bien acabada en cuanto a las restricciones que vienen de la mano con las comodidades que trae el progreso y el vivir en ciudad. Por ejemplo, el hecho mismo de la existencia del típico término “statu quo” que tan común se usa en este contexto, nos habla de la aceptación de estos cánones y restricciones que se nos presentan en la ciudad. Es así, que no es que se quiera, sino que se “debe” contar con ciertas características, como por ejemplo –y de los más patentes–, el matrimonio y el trabajo. Es en esta situación, y a falta de cumplir estas normas y cánones, que el “deber ser” y el “querer ser” son cada ves menos distinguibles, y pasan a confundirse, quizás por la satisfacción que trae cumplir con estos.
En el caso de Las tres hermanas, se puede ver claramente como en general, su vida, y sus problemas se mueven en torno a estas normas y cánones. Quieren ir a Moscú, quieren trabajar y quieren casarse. Su bienestar se basa en el cumplimiento de aquello que se espera de ellas, en el deber ser. De repente aparecen casos aislados, donde surge lo personal, lo que gustaría, el “quiero ser”; pero será el mismo Chejov, el que se encargará de demostrarnos el sometimiento de la ciudad, la frustración, el sometimiento del deber. Por ejemplo Olga, la mayor de las hermanas, odia su trabajo como maestra de una escuela, pero aun así termina convirtiéndose en directora. Quizás presa del deber y resignada a no encontrar el amor ya que supuestamente ya está muy vieja (28 años) Masha está casada, pero se queja de lo aburrido y monótono de todo. Ella no siente amor, pero lo tiene, está casada. Pronto aparecerá alguien que le rompa la rutina, quizás un pequeño enamoramiento, pero todo queda en nada, la seguridad que tiene lo ya obtenido y eldeber ser, son mas fuertes. Irina, la menor de las tres hermanas, sueña con poder casarse y trabajar en algo que le guste, pero termina resignada y la única opción que le queda es optar por un amor no verdadero. Quizás las tres hermanas funcionen como un todo: una que trabaja, otra que está casada, y otra que posee la juventud e inteligencia que atrae a muchos pretendientes. Pero por separadas, dan cuenta del sinsentido que es solo poseer una de estas características existiendo una idealización mejor.
La soledad es un tema central dentro de los personajes de Las tres hermanas. Todos, de cierta forma, tienen la soledad como uno de sus motivos. 
El escape aparece como única salida. Un espacio donde poder romper con esta monotonía, con el estancamiento del que son parte, que si lo vemos desde lejos, quizás son ellas mismas las que lo alimentan. Moscú, el amor, el trabajo, surgen como requisitos autoimpuestos para lograr el bienestar y la felicidad. Escapar de la realidad en que están inmersas; he ahí el bienestar: en lo que no se posee, en lo ajeno, en los sueños.
Howard Moss nos propone un subtitulo que encuentro muy acertado: “Tres maneras de aprender a vivir sin esperanza” (Bloom). Por esperanza aquí deberíamos entender, a mi parecer, este sueño/ilusion de un algo mejor, pero que podemos creer posible. Y este no es el caso de las hermanas.
Es así como surge la idealización de todas estas situaciones anteriores como respuesta a la incapacidad de poder darles solución, llegando incluso a la frustración. Idealización siempre con un dejo a resignación, contrario a la esperanza anteriormente comentada. En cierto modo funciona como un circulo vicioso, el cual se retroalimenta a sí mismo: la idealización (y el exceso de esta) genera frustración al no poder siquiera tocar esa realidad ideal, dando pie nuevamente a volver a la idealización que seguirá con otra frustración, y así sucesivamente.  
La idealización en cuanto al amor, que pasa a ser un método, y casi un objeto, en el cual se depositan estas esperanzas de poder escapar de la situación actual. No importa el amor como tal, importa tener uno, y que éste las lleve lejos, fuera de toda la monotonía que les recuerda una y otra vez que son infelices. 
La idealización por el trabajo, por esta imagen de producir, de ser parte de la ciudad, parte de la maquina que es la ciudad. Trabajo como escape al ocio que da espacio a idealización y frustración. Trabajo como escape al circulo vicioso en que se mueven. Pero una ves lo tenemos, ¿que pasa luego? Vemos que no cumple con las expectativas, que no nos saca del circulo. Idealizamos un trabajo mejor, un escape que de verdad cumpla con los objetivos.
Finalmente, en la idealización se resume el único escape, pero es un escape imaginario, un escape imposible, al que, paradójicamente, volvemos una y otra vez. 
Me gustaría pensar que esto no es más que lo que nos muestra Chejov, pero podríamos decir que mucho de nuestra felicidad se basa y sustenta en el deber ser. La idealización, al igual como la vemos en Las tres hermanas, cumple con ser una formula de escape, que solemos proyectar hacia el futuro para poder encontrar fuerzas, o un sentido, a la monotonía y abstracción que trae la ciudad. Chejov, nuevamente logra mostrarnos desde lo pequeño, uno de los grandes monstruos de los tiempos modernos.
Referencias.
  • Chejov, Anton. Teatro. Mexico: Editorial Porrúa, 2007.
  • Bloom, Harold. Modern Critical Views. Anton Chekhov. Philadelphia: Chelsea House Publishers, 1999.

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